Meritxell Lozano. Educadora social y psicopedagoga

Para los adolescentes y jóvenes estudiantes se acerca una de las épocas más complicadas del curso escolar. Los exámenes finales y la selectividad. Aunque durante el curso hayan podido mantener un buen ritmo académico, equilibrando el tiempo de estudio con el tiempo de ocio, es posible que ahora sientan que no han hecho bastante. El sistema educativo actual conduce a los alumnos a una prueba final y, a menudo, definitiva donde no sólo se evalúan los conocimientos adquiridos a lo largo del Bachillerato, si no que determina cuales son los escogidos para acceder a una carrera universitaria. El mes de mayo se convierte, para muchos estudiantes, en un esprint final que marcará su futuro. La selectividad produce, en adolescentes y jóvenes, ansiedad, angustia, sentimiento de incapacidad e inferioridad, inseguridad, desaliento, comparación con los otros… elementos que pueden aumentar el riesgo de desarrollar un TCA en aquellos adolescentes y jóvenes que ya tienen cierta predisposición.

La comunidad educativa que los acompaña pone todos los medios al alcance para facilitar que superen con éxito los exámenes: clases de repaso en los institutos, bibliotecas y salas de estudio abiertas hasta tarde, familias que redistribuyen las tareas domésticas… Elementos necesarios para ayudar a los alumnos a superar con éxito la selectividad accediendo a la carrera que uno quiere hacer. Pero, ¿quién vela para que lo hagan sin que se vea afectada a su salud física y mental?

Puede parecer obvio que los adolescentes y jóvenes que están en medio de evaluaciones y exámenes finales, necesitan una buena alimentación y un buen descanso. Pero, ¿cuál es la realidad? La alimentación de los estudiantes en esta época prioriza la rapidez en la ingesta y preparación. Las comidas precocinadas, bocadillos, repostería industrial y la comida rápida ganan terreno a platos más elaborados y saludables que requieren sentarse a la mesa o que no son atractivos a la vista, como los que podemos encontrar en las máquinas expendedoras. Este supuesto tiempo que le ganan al reloj comiendo de cualquier manera, acaba siendo tiempo perdido para el estudio. Sin una alimentación saludable y variada difícilmente nuestro cerebro rendirá como lo podría hacer si disfrutara de todos los nutrientes necesarios. Lo mismo pasa a la hora de hidratar nuestro cuerpo, a menudo el agua es sustituida por bebidas estimulantes y que aparentemente ayudan a concentrarse o mantenerse despierto. Las bebidas y alimentos con un elevado contenido en azúcar producen un falso estado de alerta que esconden el cansancio. El alto contenido en azúcar hace que tengamos esta sensación de bienestar y de euforia que aparentemente nos anima al estudio, pero esta subida en poco tiempo vuelve a bajar y reaparece el cansancio. Hay que tener presente que los refrescos, energéticos o no, también aumentan el nerviosismo y la ansiedad. Por lo tanto, aquello que creemos ganar por un lado lo perdemos por el otro.

Ferran Vila, nutricionista experto en el abordaje nutricional de los TCA nos recomienda parar atención a la alimentación de los estudiantes sobre todo a media mañana y a la hora de merendar. Uno/a adolescente y joven saludable, que mantiene una dieta equilibrada a lo largo del año no tiene que hacer cambios significativos en las comidas principales del día (almorzar, comer y cenar). El riesgo principal se encuentra en el cambio de rutinas, la desorganización horaria, el aumento de productos azucarados y el descanso. Ferran Vila recomienda hacer uso de snacks saludables para media mañana y la hora de merendar, como serian: los bocadillos, cereales, frutos secos (que son grandes aliados de los estudiantes si tenemos en cuenta que son ricos en fósforo y magnesio que mejoran la memoria), fruta fresca y zumos de fruta como alternativa a las bebidas azucaradas y refrescos.

El descanso es otro de los grandes olvidados en la época de estudio. Dormir poco y mal y no levantarse de la silla si no es para ir al WC son unos clásicos. Parece una competición, a ver quién aguanta más tiempo en la silla sin levantarse. Nuestra cabeza necesita descansar para poder rendir bien. Una buena manera de oxigenar nuestro cerebro es dedicar espacios de 50 minutos al estudio y descansar 5-10’. Este descanso implica un cambio de tarea, hacer algo diferente a lo que estábamos haciendo, como responder un mensaje de móvil, hablar con los compañeros, estirar las piernas…

Si se nos hace difícil que durante el día los estudiantes hagan una buena comida, la hora de cenar puede ser un buen momento para ayudar a equilibrar la alimentación de nuestros adolescentes y jóvenes. Aprovechamos el espacio de cenar no sólo para alimentar nuestro cuerpo sino también para nutrirnos emocionalmente. Es un buen momento para hablar de cómo ha ido el día, saber cómo se sienten nuestros hijos e hijas ante la presión de los exámenes, cómo se sienten con sus compañeros de estudio y cómo los podemos ayudar. No se trata de convertir la comida en un interrogatorio dirigido a nuestros hijos, pues conseguiríamos el efecto contrario. Escuchar aquello que quieren decir, empatizar con cómo se sienten (la mayoría de los adultos hemos pasado por el trámite de los exámenes y, a pesar de que ahora ya no nos parece algo tanto importante, cuando teníamos su edad era lo peor que nos estaba pasando), compartir con ellos las cosas que nos preocupan son algunas de las recomendaciones para mejorar la comunicación familiar y prevenir el riesgo de desarrollar un TCA en épocas de mayor estrés.